“Un océano de jóvenes está inundando esta acogedora ciudad”. Con esta imagen el papa Francisco inaugura oficialmente la Jornada Mundial de la Juventud que en esta edición se ha realizado en Lisboa, capital de Portugal.
Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República, recibió al Santo Padre a sala llena en un Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el Centro Cultural de Belém.
“Lisboa, abrazada por el océano, nos da, sin embargo, motivos de esperanza. Un océano de jóvenes está inundando esta acogedora ciudad; y quisiera agradecer el gran trabajo y el generoso compromiso de Portugal para acoger un evento tan complejo de gestionar, pero fecundo en esperanza”, indicó.
El Santo Padre recordó que “junto a la juventud, uno no envejece. Jóvenes de todo el mundo, que cultivan deseos de unidad, de paz y de fraternidad, nos desafían a hacer realidad sus sueños de bien”.
Ha propuesto “tres laboratorios de esperanza” con los que “todos podemos trabajar juntos: el medio ambiente, el futuro y la fraternidad” sobre todo en momentos cuando los jóvenes en esta ocasión de la JMJ “no están en las calles para gritar de rabia, sino para compartir la esperanza del Evangelio”.
“Y si desde muchos sectores se respira hoy un clima de protesta e insatisfacción, terreno fértil para el populismo y las teorías conspirativas, la Jornada Mundial de la Juventud es una oportunidad para construir juntos”, apostilló.
Primer laboratorio: el medioambiente
El Santo Padre señaló que “Portugal comparte con Europa muchos esfuerzos ejemplares para la protección de la creación. Pero el problema global sigue siendo extremadamente grave: los océanos se están calentando y sus profundidades sacan a la superficie la fealdad con la que hemos contaminado nuestra casa común”.
Lamentó que se están convirtiendo “las grandes reservas de vida en vertederos de plástico. El océano nos recuerda que la vida humana está llamada a armonizarse con un entorno más grande que nosotros, que hay que cuidar con esmero, pensando en las generaciones más jóvenes.
“¿Cómo podemos decir que creemos en los jóvenes, si no les damos un espacio sano para construir el futuro?”, planteó.
Segundo Laboratorio: El futuro
“Y el futuro son los jóvenes”, pero hay mucho factores que “los desaniman” como “la falta de trabajo, los ritmos frenéticos en los que están inmersos, el aumento del coste de la vida, la dificultad para encontrar vivienda y, lo que es aún más preocupante, el miedo a formar una familia y traer hijos al mundo”.
Advierte que en Europa y en todo Occidente “asistimos a una triste fase descendente de la curva demográfica. El progreso parece ser una cuestión de avances técnicos y de comodidades individuales, mientras que el futuro exige contrarrestar la disminución de la natalidad y el declive de las ganas de vivir”.
Por consiguiente, “la buena política puede hacer mucho en este sentido, puede ser generadora de esperanza. No está llamada a detentar el poder, sino a dar a la gente la posibilidad de esperar. Está llamada, hoy más que nunca, a corregir los desequilibrios económicos de un mercado que produce riqueza, pero no la distribuye, empobreciendo a los individuos de recursos y certezas”.
La buena política – prosigue – está llamada “a redescubrirse como generadora de vida y de cuidado, a invertir con clarividencia en el futuro, en las familias y en los hijos, a promover alianzas intergeneracionales, en las que no se borre el pasado de un plumazo, sino que se fomenten los vínculos entre jóvenes y mayores”.
No se trata solamente de “impartir nociones técnicas para progresar económicamente, sino que está destinada a entrar en una historia, a transmitir una tradición, a valorar la necesidad religiosa del hombre y a fomentar la amistad social”.
Tercer laboratorio: La esperanza
La esperanza es la fraternidad, así ha dicho el Sumo Pontífice, por ende, “nosotros cristianos aprendemos de Nuestro Señor Jesucristo”. Aunque la globalización “nos acerca” considera que no hay proximidad fraterna: “todos estamos llamados a cultivar el sentido de comunidad, empezando por la búsqueda de quienes viven a nuestro lado”.
Citando al premio nobel portugués José Saramago, en su libro Todos los nombres (1997), acotó: “Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda y es preciso andar mucho para alcanzar lo que está cerca”.
“¡Qué hermoso es redescubrirnos como hermanos y hermanas, trabajar por el bien común, dejando atrás contrastes y diferencias de puntos de vista! También aquí tenemos a los jóvenes que, con su grito de paz y su deseo de vivir, nos llevan a derribar las rígidas barreras de pertenencia erigidas en nombre de opiniones y creencias diferentes”, sostuvo.
Foto: Vatican Media
Fuente: https://adn.celam.org/