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28ago.

 Para vencer al rey del infierno necesitamos la armadura de Dios  

Apuntes sobre la película  El exorcista del papa,  protagonizada por Russell Crowe

 Por: Julio Pernús

 No suelo ver películas de terror, pero un amigo de mi esposa que vive en Ecuador nos la recomendó, y movido por la curiosidad y el seguimiento de la etiqueta "basado en hechos reales" me aventuré a ver El exorcista del papa, protagonizada por Russell Crowe, una historia con variadas lecturas sobre la religión y en la que debe ser destacado lo esperanzador que resulta en este convulso siglo XXI, ver una trama donde la fe derrota al mal.  

 

Cuando el bien se tambalea, triunfa el infierno. El director Julius Avery (que también dirigió Operación Overlord) interpela ese argumento para poner a disposición del espectador la vida de Gabriele Amorth, un sacerdote que ejerció como exorcista principal del Vaticano y realizó más de cien mil exorcismos a lo largo de su vida. Amorth escribió dos libros de memorias donde detalló sus experiencias luchando contra Satanás y ese argumento sirvió de fuente para el guión.

 

 La trama se desarrolla en julio de 1987, cuando el Dicasterio para la Doctrina de la Fe desea disolver el puesto de exorcista del Vaticano en manos del P. Amorth. Para los católicos hay varias miradas críticas en el filme sobre la Iglesia y su historia. Destaca el rol de la Santa Inquisición como una institución que, según se cuenta en la trama, juzgó a un gran porcentaje de personas psicóticas como diabólicas, varias de esas decisiones costaron la vida de los acusados.  La vida de fray Alonso de Ojeda, primer inquisidor general, es escrutada como la presencia del maligno en medio de la catolicidad. Se maneja la tesis de que el mal suele hacer más daño cuando logra, como decía san Ignacio, utilizar las herramientas del bien para destruir la caridad humana.    

 

La Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) fundada en 1994, precisamente por el padre Amorth, describió al nuevo filme como “contrario a la realidad histórica” y “ofensivo” respecto al estado de sufrimiento de los poseídos. “Los exorcistas también hicieron notar que Julius Avery, director de la película, pareciera estar interesado en la "llamativa asociación entre el exorcista y el famoso gladiador de hace veinte años y no en el espíritu de servicio que mueve al primero en su ministerio de consolación”.

 

 Los espectadores podrán disfrutar de una obra argumentativa que interpela la religión como dogma de perfección, saliendo del cliché de una simple apología. El padre Gabriele Amorth es, sobre todo, un “ser humano” que ha decidido trenzar su vida al catolicismo desde el encuentro profundo y personal con Jesús. Ese acontecimiento que cambió su ser ocurrió en una frontera existencial de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, donde peleando como partisano contra el nazismo, decidió cambiar su arma por el hábito sacerdotal y tratar de rescatar vidas para Dios. 

 

  Un elemento a destacar del guión es el de la confesión como sacramento nuclear del catolicismo. No es desacertado el diálogo del P.  Amorth con el prelado español donde le manifiesta la idea de que “es el sufrimiento inaceptado lo que hace que el alma busque desesperadamente una conexión, y esa es la puerta de entrada del demonio”, de ahí la importancia explicitada  en  El exorcista del papa del poder de la oración y la fe como armaduras de Dios que nos permiten vencer al mal, sea cual sea nuestra situación existencial.  

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