Cada 5 de marzo desde 1998 se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética. La iniciativa, que surgió en Austria durante la Primera Conferencia Internacional de la Eficiencia Energética, tiene el objetivo de sensibilizar a todas las personas sobre la necesidad de reducir el consumo energético mediante un uso razonable y sostenible de la energía.
Al contrario de lo que muchas personas piensan, impulsar la eficiencia energética no significa prescindir de las comodidades y comprometer la calidad de vida disminuyendo el uso de la energía que empleamos en nuestro día a día. Nada más lejos de la realidad. La eficiencia energética significa optimizar los procesos de producción y consumo de energía, apostar por fuentes de energía renovable en detrimento de los combustibles fósiles y fomentar el consumo responsable y el reciclaje, entre otros.
Hay muchas acciones sencillas que podemos hacer todos los días del año, no únicamente el 5 de marzo con motivo del Día Mundial de la Eficiencia Energética.
Aprovechar las horas de luz natural para nuestras tareas que requieren más iluminación.
Apagar luces y dispositivos eléctricos cuando no se están utilizando. Otra forma de contribuir a la eficiencia energética es mediante el uso de los LEDs en sustitución de las lámparas o bombillas convencionales. De hecho, esta alternativa puede generar un ahorro energético de hasta un 80% con respecto a la iluminación tradicional y además es respetuosa con el medio ambiente gracias a los materiales que la componen.
Sustituir electrodomésticos antiguos por otros más eficientes, que consumen menos energía. La clase A aparece de color verde y es la más eficiente mientras que la G (color rojo), la menos eficiente. Aunque en el momento de la compra el electrodoméstico en cuestión pueda resultar más caro, a largo plazo el coste acaba amortizándose.
En cuanto a la movilidad, priorizar el transporte público o moverse en bicicleta son la opción más eficiente. Pero existen algunos hábitos de conducción que pueden contribuir a la eficiencia energética: no alcanzar velocidades excesivas y conducir sin movimientos bruscos; no bajar las ventanillas y mantener el aire acondicionado a una temperatura media de 21ºC; y un mantenimiento adecuado del estado de los neumáticos y del motor.
Además de los beneficios medioambientales, estas acciones conllevan un ahorro económico para nuestro bolsillo. La disminución del uso de energía se traduce en un descenso en la factura eléctrica, por ejemplo.
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